El siguiente texto Fue tomado íntegramente de la siguiente dirección: http://www.revista.unam.mx/vol.9/num6/art34/int34.htm , trata sobre el tema del arte secuencial. que planteandolo de forma simplista podemos decir que es aquel que se manifiesta en el comic, el cine o la televicion.
Hoy en día, el término arte secuencial viene a designar el
medio de expresión que tradicionalmente hemos conocido con el nombre de cómic.
Delimitar el ámbito de este arte popular ha sido siempre materia de discusión
entre los académicos, la denominación de arte secuencial no es ajena
a esta polémica. Hay quien vincula a la prensa el origen y las características
del cómic (Couch, 2001, p. 60-74), otros destacan la dependencia
mutua de texto e imagen en este medio (Harvey, 2001, p. 75-96), mientras que
por último, los partidarios, como Will Eisner, del término que nos ocupa en
este artículo, encuentran que lo específico del cómic es su carácter
secuencial.
Hablar de arte secuencial, sin embargo, comporta un problema. Cierto es que el método del cómic consiste en articular “una complejidad de pensamientos, sonidos, acciones e ideas en una disposición secuenciada y distribuida de viñetas” (Eisner, 1985, p. 13), pero, partiendo de esta definición, ¿podemos concluir sin más que la secuencialidad es una característica exclusiva dell cómic? De ser así, nada más fácil que relacionar las palabras cómic y arte secuencial como si fueran sinónimos. Ahora bien, ¿qué hay del cine? ¿no articula también su mensaje a través de una disposición secuenciada y distribuida de imágenes? pero no sólo es el cine quien se ayuda de esta particularidad. El realizador S.M. Eisenstein evocaba modelos anteriores al quejarse de lo difícil que “es imaginar una secuencia de montaje con una composición más sutil, plano a plano, que la que crean nuestras piernas paseando entre los edificios de la Acrópolis” (Eisenstein, 1991, p. 89). Siguiendo este hilo, ¿acaso no son secuencias también algunos retablos medievales o las “viñetas” del Via Crucis? ¿Y qué decir de la dispositio, tal y como se define desde la retórica literaria: “elección y ordenación favorables, en el discurso concreto de los pensamientos de que dispone el orador […], de las formulaciones lingüísticas […] y de las formas artísticas (Lausberg, 1963, p. 37)?
Hablar de arte secuencial, sin embargo, comporta un problema. Cierto es que el método del cómic consiste en articular “una complejidad de pensamientos, sonidos, acciones e ideas en una disposición secuenciada y distribuida de viñetas” (Eisner, 1985, p. 13), pero, partiendo de esta definición, ¿podemos concluir sin más que la secuencialidad es una característica exclusiva dell cómic? De ser así, nada más fácil que relacionar las palabras cómic y arte secuencial como si fueran sinónimos. Ahora bien, ¿qué hay del cine? ¿no articula también su mensaje a través de una disposición secuenciada y distribuida de imágenes? pero no sólo es el cine quien se ayuda de esta particularidad. El realizador S.M. Eisenstein evocaba modelos anteriores al quejarse de lo difícil que “es imaginar una secuencia de montaje con una composición más sutil, plano a plano, que la que crean nuestras piernas paseando entre los edificios de la Acrópolis” (Eisenstein, 1991, p. 89). Siguiendo este hilo, ¿acaso no son secuencias también algunos retablos medievales o las “viñetas” del Via Crucis? ¿Y qué decir de la dispositio, tal y como se define desde la retórica literaria: “elección y ordenación favorables, en el discurso concreto de los pensamientos de que dispone el orador […], de las formulaciones lingüísticas […] y de las formas artísticas (Lausberg, 1963, p. 37)?
A tenor de estos ejemplos, parece más bien que, en lugar de
“arte secuencial”, deberíamos hablar de artes secuenciales. En
sentido estricto, esta denominación podría aplicarse a cualquier medio de
expresión, artístico o no, cuya “escritura” esté basada en una disposición
sucesiva y temporalizada de sus significantes.
No es objeto de este artículo
discutir cuál es la deuda que tiene el cómic con otras artes secuenciales como
son el cine o ciertos tipos de pintura y fotografía. Nuestra intención es
simplemente la de constatar, sin juicios de valor, cuáles han sido las
diferentes manifestaciones de la secuencia como método de composición
artística, cómo han evolucionado dichas manifestaciones en los distintos medios
y, teniendo esto en cuenta, analizar qué novedades aporta el cómic al concepto
de secuencia, tan antiguo como la Historia misma.
Un buen punto de partida para estudiar la secuencialidad en
el arte es el Laocoonte de G.E. Lessing. En su intento de trazar una frontera
entre el arte pictórico y el poético, Lessing concibe ambos como paradigmas de
dos métodos, aparentemente opuestos, de composición: mientras que la pintura
está basada en la simultaneidad, la poesía se apoya en la sucesión. En su Áyax,
Sófocles relata la tragedia del héroe griego de manera secuencial. Primero,
Odiseo descubre un rastro de sangre cerca de la tienda de Áyax; luego, Atenea
le revela que es sangre de oveja: la diosa ha hecho creer a Áyax que las formas
del rebaño pertenecían a los jefes aqueos; por último, se devela que Áyax ha
matado a las ovejas, este, sintiéndose culpable, se suicida al final del texto
con su propia espada. ¿De qué manera se puede representar este mismo episodio
en un cuadro? El pintor Timómaco lo intentó, pero el método de su Áyax Furioso
es bien distinto al del dramaturgo, pues el artista que pinta un cuadro se ha
de contentar con uno solo de estos instantes. Así pues, Timómaco retrata al
héroe “después de tan insensatas proezas, agotado, sentado y en el momento en
que toma la decisión de quitarse la vida”. (Lessing, 1977, p. 60) Al contrario
que el pintor, “nada obliga al poeta a centrarse en un solo momento”. (Lessing,
1977, p. 64) Por eso, Homero, incluso cuando se propone describir el carro de
Juno, encadena detalles sucesivos haciendo que
[…] Hebe lo componga ante nuestros ojos, pieza por pieza. Vemos las ruedas, los ejes, el asiento, la lanza del carro, las correas y las cuerdas no tanto en el conjunto que naturalmente forman, cuanto del modo y la manera como van formando una unidad bajo las manos de Hebe. (Lessing, 1977, p. 168)
Es decir, siguiendo paso por paso la secuencia natural del
montaje de un carro. Para Lessing, por tanto, la secuencia es connatural a la
poesía, entendiendo como tal todo arte que existe dentro de la dimensión del
tiempo. Lo ajeno a la secuencialidad, por otro lado, pertenece al ámbito de la
pintura, o para ser más precisos, a las artes figurativas y espaciales. Se da
así la paradoja de que, si secundamos el postulado de Lessing, artes
secuenciales como el cine y el cómic, tendrían más que ver con el método de
composición homérico, que con el discurso visual de la pintura.
Más adelante tendremos oportunidad de discutir esta
conclusión que se desprende del Laocoonte. Mientras tanto, nos conformaremos
con analizar uno solo de sus puntos: el innegable vínculo que existe entre
secuencia y narración, o por decirlo de otro modo, entre secuencia y tiempo.
En efecto, no es muy aventurado decir que sin secuencia no
puede haber sucesión temporal y, por tanto, tampoco narración. Ya advierte
Todorov que, para que un enunciado sea narrativo, éste debe:
relater des actes, des gestes ou des événements ayant entre
eux une “relation de sucession” et dévelopant “un rapport de transformation”.
(Todorov, 1978, p. 66)
En otras palabras, de una manera u otra, toda secuencia
implica:
1. Que los elementos que la componen sean sucesivos.
2. Que entre ellos haya una relación temporal, explícita o implícita.
1. Que los elementos que la componen sean sucesivos.
2. Que entre ellos haya una relación temporal, explícita o implícita.
Para que en la serie de elementos se pueda dar un proceso de transformación,
que se traduce en términos de movimiento, de tiempo o de narración. Por lo
tanto, a la hora de estudiar la naturaleza de las diferentes manifestaciones de
la secuencia, atenderemos a estos dos criterios: el modo de sucesión y el modo
de relación temporal que existe entre los elementos de la secuencia.
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